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Monday, November 14, 2005

 

Unidad RELACIONES SOCIALES

RELACIONES SOCIALES

Hemos visto durante los inicios de este curso el cómo pensamos y conocemos nuestro entorno social; posteriormente estudiamos cómo nos influimos unos a otros. Ahora nos corresponde abocarnos a estudiar cómo nos relacionamos con los demás, unos con otros. Al respecto podemos señalar que nuestros sentimientos y acciones hacia las personas a veces son negativos y a veces positivos. El prejuicio y la agresión son dos aspectos que resultan desagradables en las relaciones humanas y a los cuales la Psicología Social le ha dedicado gran cantidad de investigaciones y estudios debido a su importancia y relevancia en las interacción social. De esta manera ha tratado de responder a preguntas como ¿Por qué no nos agradamos e incluso por qué nos despreciamos, los unos a los otros? ¿Por qué y cuándo nos lastimamos mutuamente? No obstante lo anterior, felizmente las relaciones humanas también están marcadas por aspectos agradables, que también han resultado interesantes de estudiar, y es así como la Psicología Social ha profundizado en temas como la atracción interpersonal e intimidad y en las conductas de altruismo, buscando respuestas a preguntas tales como ¿Por qué nos agradan o amamos a determinadas personas? ¿En qué ocasiones ofrecemos ayuda a nuestros amigos o a los extraños? Finalmente, dentro del área de las Relaciones Sociales resultan particularmente importante estudiar El Conflicto y la conciliación, analizar cómo se desarrolla y qué conocimientos nos aporta la Psicología Social que nos ayuden a enfrentarlos y a resolverlos de manera justa y amigable.

El Prejuicio: El desagrado por los demás

¿Qué es el prejuicio? Es una preconcepción negativa hacia un grupo y hacia sus miembros individuales. El prejuicio nos sesga contra una persona basándose únicamente en que la identificamos con un grupo particular. El prejuicio es una actitud y las evaluaciones negativas que caracterizan el prejuicio pueden originarse a partir de asociaciones emocionales, de la necesidad de justificar el comportamiento, o de creencias negativas llamadas estereotipos. Estereotipar es generalizar y tales generalizaciones pueden tener un germen de verdad. El estereotipo se define como la creencia respecto a los atributos personales de un grupo de personas. Los estereotipos pueden ser excesivamente generalizados, inadecuados y resistentes a nueva información. El prejuicio es una actitud negativa; la discriminación es una forma de comportamiento negativa. El comportamiento discriminatorio, con frecuencia, aunque no siempre, tiene su fuente en actitudes que prejuzgan. Dos formas particulares de prejuicios ampliamente estudiados en la literatura son: los prejuicios raciales y de género.

¿Cuáles son las condiciones sociales que generan el prejuicio? ¿De qué manera la sociedad mantiene el prejuicio?

El prejuicio proviene de varias fuentes puesto que presta varias funciones (Herek, 1986, 1987). Existen fuentes sociales del prejuicio, fuentes emocionales en el origen del prejuicio y, finalmente, fuentes cognitivas del prejuicio. Dentro de las fuentes sociales del prejuicio se sabe que la desigualdad de posición social genera prejuicio, la religión también está relacionada con el prejuicio, el comportarse de manera discriminatoria o siguiendo estereotipos genera también un fenómeno de profecía autocumplida, la pertenencia a grupos y la consecuente identidad social son fuente de prejuicios. Muchas veces la sociedad sostiene los prejuicios e incluso mantiene prácticas de respaldo institucional y formas de segregación.

Aunque el prejuicio se genera por medio de las situaciones sociales, los factores emocionales con frecuencia lo fomentan. La frustración puede fomentar el prejuicio al igual que factores de personalidad, tales como las necesidades de posición social y las tendencias autoritarias. Una teoría, llamada La Teoría Realista del Conflicto de Grupo, afirma que el prejuicio surge de la competencia entre grupos de escasos recursos, ya que la competencia y la obtención de la meta por un grupo genera frustración en el otro. No sólo hay fuentes emocionales en la génesis del prejuicio, también hay fuentes cognitivas del mismo; para entender la estereotipia y el prejuicio, también es útil recordar de qué manera funciona nuestra mente.

¿Cómo influye sobre nuestros estereotipos la manera como concebimos el mundo y lo simplificamos? ¿y cómo influyen sobre nuestros juicios nuestros estereotipos?

El proceso de categorización social nos orienta bastante al respecto: una manera en la que simplificamos nuestro ambiente es “categorizando” es decir organizando el mundo al reunir los objetos en grupos; lo mismo pasa con los seres humanos, quienes clasifican a las personas para simplificar nuestra comprensión ya que si las personas de un grupo son similares, conocer su grupo nos puede ofrecer información útil con un mínimo esfuerzo. Buscamos y tendemos a exagerar las semejanzas dentro de los grupos y las diferencias entre ellos. En este mismo sentido el efecto de homogeneidad del exogrupo señala que la percepción de los miembros del exogrupo es como si éstos fueran más semejantes entre sí de lo que son los miembros del endogrupo: “ellos son semejantes, nosotros somos distintos”. Desde un punto de vista cognitivo, también podemos señalar que los estímulos particulares generan estereotipos más fácilmente; por ejemplo, las personas particulares llaman la atención y su notoriedad puede ocasionar percepciones exageradas de sus atributos buenos y malos; también los casos vívidos y los eventos particulares pueden impactar nuestra mente haciéndonos encontrar correlaciones ilusorias.

Agresión: Lastimar a los demás

La agresión es el comportamiento físico o verbal que tiene la intención de lesionar a alguien. Es posible distinguir entre agresión hostil que es la impulsada por la ira y que se realiza como un fin en sí misma y la agresión instrumental que es un medio para alcanzar otro fin. Al analizar las causas de la agresión hostil e instrumental, los psicólogos sociales se han centrado en tres ideas generales para desarrollar sus teorías: (1) existe un instinto agresivo innato, (2) la agresión es una respuesta natural a la frustración y (3) el comportamiento agresivo es aprendido.

La Teoría del Instinto sostiene que la agresión humana es un comportamiento de naturaleza instintiva, no aprendido y que se manifiesta en todos los miembros de una especie; Freud postuló que aquella es el resultado de redirigir hacia los demás la energía de un impulso primitivo hacia la muerte. Lorenz, quien estudió el comportamiento animal, vio la agresión como un fenómeno adaptativo y no autodestructivo, pero sí consideraba que la energía agresiva era instintiva. Por su parte la Teoría de la frustración-agresión señala que “la frustración siempre conduce a alguna forma de agresión. La frustración es la obstrucción de un comportamiento que se ha dirigido a alcanzar un objetivo. La energía agresiva no siempre explota, a veces puede operar el proceso de desplazamiento, que es la redirección de la agresión hacia un objeto diferente al de la fuente de frustración. Por lo general, el nuevo objetivo es más seguro o más aceptable socialmente. También podemos señalar que al parecer la frustración social tiene su origen en la brecha que hay entre las expectativas y los logros. ¿Por qué no nos sentimos más felices y menos frustrados teniendo en cuenta nuestro mayor bienestar económico? ¿Compra la felicidad el dinero? ¿Por qué si la capacidad de compra se ha duplicado en algunos países desde la decada de los cincuenta, la felicidad resportada por las personas no ha aumentado? La respuesta a tales interrogantes los psicólogos la han buscado en el fenómeno de adaptación-nivel y el cual es la tendencia a adaptarse a un nivel de estimulación dado y, en consecuencia, a tomar nota y a reaccionar a los cambios que se presentan a partir de dicho nivel.

Desde el punto de vista de la agresión como aprendizaje, como un comportamiento socialmente aprendido, las teorías apuntan a que con frecuencia la agresión genera ganancias secundarias. Aprendemos la agresión por aprendizaje social, observando cómo actúan los demás y tomando notas de sus consecuencias. El punto de vista del aprendizaje social de la agresión plantea (según Bandura) que la excitación emocional que tiene origen en una experiencia agresiva motiva a la agresión. Que sea la agresión o cualquier otra respuestas la que en realidad se presente, depende de las consecuencias que hayamos aprendido a esperar. ¿Bajo qué condiciones agredimos? Los factores que “gatillan” la agresión incluyen los incidentes que generan aversión (como el dolor, el calor, los ataques, la aglomeración), la excitabilidad, los medios de comunicación y el contexto grupal (influencias grupales). Hasta aquí cabe preguntarse ¿Podemos reducir la agresión? ¿qué dice la teoría? Algunas respuestas señalan que la catarsis, descarga o el ventilar la ira no va en camino de solucionar la agresión, por el contrario la hostilidad genera más hostilidad. Una alternativa real apunta a usar los mensajes asertivos para la defensa de nuestros derechos; por su parte la Teoría del Aprendizaje Social revela un carácter preventivo, en el cual podemos propiciar un mundo más amable si modelaramos y reforzaramos comportamientos más adecuados que estimulen la sensibilidad y la cooperación desde edades tempranas.

Atracción e Intimidad: el agrado y amor por los demás

Como seres humanos tenemos una necesidad de pertenencia, es decir una motivación para vincularnos con otros por medio de relaciones que brinden interacciones positivas y duraderas. Los factores que favorecen el surgimiento de la atracción: son la cercanía, el atractivo físico, la semejanza y la sensación de agradar. La proximidad es uno de los factores más poderosos que predice si dos personas cualquiera son amigas; la proximidad favorece la interacción y con ello el que las personas exploren sus semejanzas y se conozcan, que sientan agrado la una por la otra intercambiando gratificaciones y que se perciban como una unidad social. Más aún, el simple contacto con todo tipo de estímulos novedosos favorece una mejor evaluación de los mismos si han sido repetidos varias veces, es lo que parecen demostrar los estudios. Si bien los experimentos muestran que el atractivo físico es muy importante desde el punto de vista de la atracción interpersonal, no todo el mundo termina unido a alguien asombrosamente atractivo, los experimentos confirman que hay un fenómeno de emparejamiento, es decir, una tendencia a escoger como compañero a alguien similarmente atractivo a uno y que exhibe otros rasgos que nos resultan atrayentes.

Existe la suposición de que las personas físicamente atractivas poseen también otros rasgos socialmente deseables, algo así como lo que es hermoso también es bueno; a esto se le llama estereotipo del atractivo físico . ¿Pero quién es atractivo?; obviamente es algo subjetivo, que tiene un componente cultural importante; sin embargo se ha visto que el factor simetría del rostro aporta al atractivo físico en las personas y los rasgos faciales no se desvían grandemente del promedio. También hay un efecto de contraste contra el cual comparamos, así por ejemplo se han realizados experimentos con sujetos quienes han visto recientemente escenas de los ángeles de Charlie y luego son llamados a juzgar el atractivo de una fotografía de una joven de otra cultura, éstos emitirán una opinión menos favorable que aquellos que no la vieron; este mismo efecto explica el que personas expuestas reiteradas veces a modelos perfectas y atractivas físicamente encuentren menos atractivas a su pareja..

¿Semejanza o complemento?

La semejanza genera agrado, al menos es lo que muestran los estudios, la semejanza genera satisfacción, se comporten intereses, gustos por la música, por las mismas actividades e incluso por la comida. De esta forma, las diferencias entre las personas parecen generar desagrado, la gente prefiere un político que comparta su pensamiento, valores y puntos de vista. Pero, ¿Se atraen los opuestos? Algún grado de complementariedad puede desarrollarse a medida que la relación progresa; sin embargo, las personas dan la impresión de ser ligeramente más dadas a sentirse agradadas y a casarse con aquellos cuyas necesidades y personalidades son similares. El investigador David Buss (1985) señala “la tendencia de los opuestos a casarse o aparearse… nunca ha sido demostrada con confiabilidad, con la única excepción del sexo”.

El agrado usualmente es mutuo, el agrado que una persona siente por otra ocasiona que la otra le corresponda con su aprecio. Descubrir que alguien llamativo siente agrado por uno, parece despertar sentimientos románticos; los experimentos lo confirman. La Teoría de la gratificación de la atracción señala que nos agradan aquellos cuyo comportamiento nos gratifica o a quienes asociamos con eventos gratificantes. Distinto es el congraciarse, es decir la utilización de estrategias como halago, por medio del cual se busca obtener el favor del otro: la reacción de desagrado se genera aquí, de la atribución de quien percibe la maniobra. También las experiencias y estudios han mostrado que las personas que han sido lastimadas en su autoestima por experiencias previas (deprivadas y ansiosas de aprobación social) tienden a sentir más agrado y atracción frente a un sujeto que aquellas no lesionadas en su autoestima. Esto parece explicar el que las personas a veces se enamoran apasionadamente como respuesta de rebote, después de un rechazo que ha maltratado su ego.

¿Qué es aquello que llamamos “amor”?

El amor apasionado es un estado de intensa añoranza por la unión con otro. Los amantes apasionados se encuentran absortos el uno en el otro, se sienten extasiados al alcanzar el amor de su pareja y desconsolados por su pérdida. Por su parte el amor amigable es el afecto que sentimos por aquellos con quienes nuestras vidas están profundamente entrelazadas.

¿Qué factores influyen en los altibajos de nuestras relaciones cercanas?

Tenemos varios en cuenta como los estilos de apego, la intimidad o revelación de sí mismo, la equidad percibida y el compromiso. El estilo de apego inicial (apego seguro, apego evasivo, apego inseguro) parece establecer las bases para las relaciones futuras.

¿Quiénes se divorcian?

Las tasas de divorcio varían de país en país; las culturas individualistas tienen más divorcios que las culturas comunitarias. Se ha visto que el matrimonio perdura si quienes se casan: lo hacen después de los 20 años, se criaron juntos en hogares estables con dos padres, salieron juntos por un buen tiempo antes del matrimonio, tienen una educación buena y semejante, disfrutan de un ingreso estable que les brinda un buen trabajo, viven en una ciudad pequeña o en una granja, no cohabitaron o llegaron al embarazo antes del matrimonio, tienen un compromiso religioso, son de edad, credo y educación semejantes.

Fuente: Psic Social Myers, 2000

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